Carta a Bali: Me quedo con Ubud

Querida Bali:

Mucho me habían hablado de ti. Me dijeron lo bonita que eras pero también me contaron lo golpeada que estabas por el turismo masivo.

A punto estuve de no visitarte, son muchos los que hablan de ti y no siempre lo hacen bien. Ahora que te conozco,  le diste la vuelta a todo lo que podía imaginar de ti.

Cierto es que tu zona costera está invadida por concreto y construcciones en serie. El comercio desaforado, los bares australianos y las happy hour te han hecho mucho daño. Se han robado tu encanto, te han invadido y falseado.

Por eso, me quedo con tu zona interior, me quedo con la calma que se respira lejos del todo incluido, me quedo con tu esencia, me quedo con Ubud. Escojo recordarte llena de flores de loto, con callejones pequeños y hasta maltrechos; con altares engalanados y ese olor perenne a incienso.

Templo en Ubud, Bali

Recorrí tus distancias más largas en buses locales, sin ningún tipo de comodidad más que el andar en 4 ruedas, pero con la satisfacción de ver a tu gente, mezclarme con ellos y llenarme la cabeza de paisajes con una belleza despampanante.

Arrozales en Ubud, Bali

Decidí verte con calma, con ojos de viajera respetuosa, aceptando tus defectos y sobre todo, admirando tus virtudes. Te caminé sin descanso, por varios días, bajo el sol apretado, mientras todos iban dejando estela con sus motocicletas. No me arrepiento. Puede que haya ganado una insolación, o alguna que otra llaga en los pies, pero son las marcas que quedan después de haberte vivido a mi manera.

Me emocionaron tus arrozales, con ese verde furioso, con sus trabajadores incansables, con esas libélulas de colores haciendo guardia en cada cultivo. Esas terrazas con efecto hipnótico y que parecen de mentira se quedaron en mí para siempre.

Trabajadores en arrozales de Ubud

Tus galerías de arte que se asoman en cada esquina, las cestas, el cuero, la madera, la arcilla y la gente talentosa, me inspiraron. Dejé que los macacos me abordaran, que la magia que desprendes me invadiera y que tu gente me contara a través de danzas, procesiones y canciones por qué eres un lugar único.

Danza Legong en Bali

Danza Legong en Bali

Quedé prendada de esas calles cubiertas de árboles, con cientos de lianas inyectándole magia a cada paisaje. ¿Y qué decir de tus casas? adornadas hasta la saciedad, con portales que parecieran llevarte a una dimensión desconocida; esas casas protegidas por guerreros, barongs y dioses.

Calles de Ubud, Bali

Tus warung sencillos que ofrecen platos elaborados y de sabor profundo me emocionaban cada día. Ese pollo ecológico, cocinado a fuego lento, macerado en especias y servido con arroz cultivado en tu propia tierra será difícil de superar.

Tú gente siempre sonriente, llevando ofrendas a los templos, viviendo su fe a sus anchas y venerando a sus dioses sin ninguna pretensión ni espectáculo, son dignos de admirar. Me regalaste sonrisas y también me enseñaste que estás en medio de un país maravilloso que suele muchas veces pasar desapercibido.

Templo en Bali

Me costará no extrañarte, querida Ubud, si es que alguna vez lo logro. Soñaré con tus verdes y con volver a verte, esperando que no te hagan más daño del que ya te han hecho, que no quieran seguir disfrazándote de algo que no eres y que, al volver, puedas seguir sorprendiéndome porque sigues siendo lo que hoy eres.

Terrazas de arroz en Bali

6 comentarios en “Carta a Bali: Me quedo con Ubud

  1. Yo sentí cosas muy parecidas a las que describes, y más, al pasearme por Ubud hace ya unos cuantos años. Pudiera casi recitar los sitios donde comí y la gente con la que hablé y contar los jugos de lechosa que me tomé. Por Ubud recomiendo y seguiré recomendando a otros pasear, respetar y vivir la experiencia Balinesa.

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  2. No tengo palabras para comentar esta carta,sentí una emoción y el gusto que produce leer algo que refleja un espíritu libre que logra captar la verdadera esencia de las cosas y disfruta la vida de una forma maravillosa,nunca pierdan ese deseo de hacer realidad los sueños, los quiero y admiro mucho.

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