El nombre de Malaca me remonta a las clases de historia universal en el colegio. Me es inevitable no pensar en el famoso Estrecho de Malaca, esa ruta de navegación que ha sido tan importante para el comercio mundial desde hace tantísimo tiempo. Por este estrecho pasan cada año miles de buques transportando desde café hasta petróleo. Gracias a su posición privilegiada en el mapamundi y a ese intercambio de mercancía durante años, en esta ciudad del sur de Malasia desembarcaron comerciantes de todas las partes del mundo.

Hace ya varios siglos, todos los navegantes y conquistadores en busca de expandir sus territorios se interesaban en ella, así que muchos intentaron tenerla bajo su dominio. Por esta ciudad malaya pasaron los chinos, los portugueses, los holandeses y finalmente los ingleses. Todos dejaron su huella, algunas más grandes que otras, pero huellas al fin. Es esa intensa e interesante mezcla lo que define a Malaca. Cada cultura se ve reflejada bien sea en un plato de comida o en la arquitectura de sus casas.

Esta ciudad, parece una niña bonita, toda arreglada y guapa por muchas esquinas. Su centro histórico, con esos edificios color terracota, deslumbran. Su río, limpio y brillante, atraviesa la ciudad y la refresca. Su barrio chino es puro color, con sus tiendas repletas de caramelos glutinosos, white coffee y pastas de té. Puede que a ratos se muestre demasiado turística, pero es normal que muchos quieran venir a ver a esta niña malaya.


Malaca figura en la lista de ciudades declaradas patrimonio mundial por la UNESCO. En ella puedes ver iglesias cristianas al más puro estilo colonial holandés, templos chinos con sus pagodas rojas y mezquitas que se erigen sobre el agua. Si te alejas un poco del centro histórico, te toparás con unos gigantes centros comerciales, de esos que tanto gustan a los mayalos, con sus aires acondicionados que hielan y techos que parecen llegar al cielo. También puedes comer pescado a la parrilla con sabores portugueses, fideos salteados en wok y currys indios servidos sobre hojas de plátano.

Si hay una ciudad que refleje a la perfección la gran diversidad de Malasia, es esta niña guapa que mira al mar y que ha visto llegar, durante décadas, gente de todos los rincones del mundo. Hoy en día lo sigue haciendo, recibiendo a hordas de turistas chinos que vienen a deleitarse con todos los productos que se puedan imaginar hechos a base de durián, mochileros europeos que atestan las encantadoras guest houses y familias enteras que llegan para maravillarse con la enorme mezcla de culturas.

Desde las viejas fachadas con caracteres chinos, pasando por los restaurantes indios con sus bandejas llenas de guisos fragantes, hasta la majestuosa arquitectura de una mezquita sobre el mar, Malaca te contará lo que una vez fue y sigue siendo este maravilloso país.

Linda linda esta niña… Ufffff la comida se ve super rica y fresquita!
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Bella Malaca, gracias por sus escritos y fotos que nos transportan para conocer personas y lugares maravillosos.
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Hola, seguimos viajando y aprendiendo de todas esas maravillas que ustedes con sus espectaculares fotos y magníficos comentarios nos hacen llegar, haciéndonos partícipes de ese viaje que es un sueño hecho realidad,un besote con todo mi amor Dios los bendiga.
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como provoca esas comidas, se ve deliciosa y la ciudad bellisima..
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